
Soleá no ha tenido una vida fácil, como tantos galgos en nuestro país. En ese entorno en el que vivió antes de llegar a Pérrikus aprendió lo que era el miedo y desafortunadamente eso le ha generado un trauma importante. A pesar del tiempo que lleva en albergue, ni siquiera se relaciona con nosotras, lo que hace muy complicado que alguien quiera ofrecerle una segunda oportunidad.
Sin embargo, nosotros nunca perdemos la esperanza de cambiar el rumbo de su historia y encontrarle una familia maravillosa dispuesta a luchar por ella.



